Recordemos a continuación esta historia esperando, al menos por mi parte, que pueda ser
una pieza muy influyente en cómo Superman y Batman deberían conocerse en la próxima película que veremos en 2015.
THE MAN OF STEEL #3 (Noviembre 1986)
Guión: John Byrne
Dibujo: John Byrne (entintado de Dick Giordano)
Reseña de Javier Olivares Tolosa
Noche cerrada en la ciudad de Gotham. Un matón huye atropelladamente de algo que le persigue. En un callejón, el pobre diablo se queda sin salida y ante él aparece Batman, que le quiere sacar a golpes el paradero de una asesina a la que va buscando. El matón se escabulle y Batman lo persigue, pero alguien agarra su cable y lo deja colgando en el aire. Ha sido Superman, que ha llegado a Gotham buscando al vigilante enmascarado del que todos hablan para llevarlo ante la justicia.
Gracias a su astucia y su conocimiento de la ciudad, Batman logra dar esquinazo a Superman, pero éste lo encuentra enseguida. Batman le informa entonces de que mejor no se le acerque, porque sabía que tarde o temprano sus caminos se cruzarían y está envuelto en un campo de fuerza invisible que reacciona ante material biológico superdenso: es decir, ante Superman. Y si el Hombre de Acero toca a Batman, en alguna parte de la ciudad explotará una pequeña bomba que matará a una persona. Superman no puede creer que Batman esté poniendo en peligro a un inocente, pero Batman aprovecha su control de la situación para explicarle que Gotham es muy diferente de Metropolis, y que aunque Superman se haya alzado como el campeón del mundo en los ocho meses desde que apareció en público, una cosa es salvar el mundo y otra mantener limpia de criminales una ciudad como Gotham. Batman le habla del caso en el que está trabajando; persigue a una ladrona que roba joyas y objetos de valor sustituyéndolos por artefactos mortales y que se hace llamar Urraca. Ha causado ya varios muertos y heridos, y Batman trata de impedir su próximo golpe.
Superman escucha una explosión y a una mujer riéndose, y él y Batman acuden al origen del ruido, encontrando la guarida de Urraca, que acaba de asesinar al matón que perseguía Batman al principio. Superman y Batman detienen a los esbirros de Urraca, pero la ladrona libera un gas venenoso y Superman lo absorbe para que nadie muera y sale al espacio a expulsarlo. Aprovechando la confusión, Urraca huye.
Pero poco importa. Analizando una fibra encontrada en la guarida de Urraca, Batman comprueba que tiene más de 5000 años. Y a través de esa pista, deduce dónde encontrar a Urraca: en el museo de Gotham. El detective no tarda en averiguar que Urraca es la conservadora del museo, Margaret Pye (
NOTA: Urraca en inglés es
Magpie, acrónimo del nombre real de la asesina y ladrona), una mujer trastornada por su obsesión de poseer cosas bonitas y brillantes, obsesión amplificada por un trabajo en el que se ve obligada a cuidar de tesoros que jamás podrá poseer. Al ser descubierta, Urraca se derrumba y finalmente es detenida por los dos héroes.
Desde una azotea próxima al museo, Superman y Batman observan la detención de Urraca por la policía después de la llamada anónima de Batman. Superman admite que Gotham es muy diferente a Metropolis y que quizá necesite a un vigilante como Batman para hacer el trabajo, aunque siga sin aprobar sus métodos. Batman se lo agradece y le entrega la bomba que "mataría a un inocente", y que en realidad ha llevado siempre él encima poniendo en riesgo únicamente su propia vida (sabía que Superman podría averiguar si mentía en lo de arriesgar la vida de una persona). Así, tras un primer encuentro en el que queda claro que ambos tienen métodos distintos pero que ambos son necesarios en sus ciudades, Superman y Batman se despiden mientras Batman piensa para sí que, en otra realidad, quizá hubiera podido llamar "amigo" a ese hombre tan notable...
FIN
CRÍTICA
Si me preguntarais por
cómo me gustaría que fuese el primer contacto entre Superman y Batman en la próxima película en la que ambos coincidirán por primera e histórica vez,
mi respuesta sería este cómic que os acabo de reseñar. John Byrne nos brindó un encuentro entre los dos grandes que estuvo a la altura de estos dos iconos del cómic. Ninguno de los dos quedaba por encima del otro, sin embargo ambos demostraban sus habilidades, sus personalidades, y lograban llegar a un entendimiento en sus diferentes métodos para derrotar a un villano común. Eso sí,
el villano, o mejor dicho villana, siempre ha sido el aspecto más flojo de esta historia. No solo por su nombre (¿
Urraca? ¿En serio es ese nombre para un villano de cómic?), sino por su aspecto ochentero-punky y por unas motivaciones delictivas más que cuestionables. Con un villano mejor, esta historia sería...
bueno, qué demonios; esta historia ya ES memorable. Con un villano mejor, tan solo sería un poco más memorable.
Algo curioso de este cómic es que
Batman parece existir ya antes de que Superman se revelara al mundo. El Caballero Oscuro habla de cuando Superman se presentó en público hace ocho meses, y que desde ese momento ha estado esperando que fuera a buscarlo, así que parece bastante obvio que Batman ya era Batman cuando Clark empezó a actuar como Superman. ¿Desmerece esto al personaje de Superman, al no ser él el primer superhéroe sobre la faz de la Tierra? Pues en mi opinión, en esta historia NO, en absoluto. Porque aunque Batman ya fuese Batman cuando Superman dijese
"aquí estoy y esto es lo que puedo hacer", la existencia del Caballero Oscuro es casi una leyenda, un rumor en los bajos fondos de Gotham. Es difícil considerarlo un superhéroe como tal, pero ahí está Superman, que aparece y fascina al mundo entero demostrando que los héroes sí existen, y que no tienen por qué ampararse en la oscuridad para actuar. Y que conste que digo esto con todo el respeto hacia los fans de Batman, que además deberían sentirse halagados porque es precisamente lo que representa el personaje: un símbolo, una presencia oscura contra el crimen. Personalmente me gusta muchísimo más esta versión de Batman detective y vigilante nocturno dedicado a luchar contra los maleantes en Gotham, que el casi todopoderoso Batman que es capaz de diseñar satélites y planes de contingencia para derrotar a toda la Liga de la Justicia.
Volviendo a la historia, detectamos también
cierta arrogancia en Superman (le dice a Batman que
"podría meterlo entre rejas antes de que notara que se había movido"), y un gran autocontrol de un Batman que logra mantener la mascarada de su plan de la bomba. Magistralmente escrito por parte de Byrne, por cierto, que consigue que Batman quede como un desalmado en primera instancia y después le devuelve el honor al demostrar que jamás arriesgaría la vida de ningún inocente.
La historia termina como tiene que terminar. Superman comprende que quizá los métodos de Batman no sean muy ortodoxos, pero respeta el trabajo del detective del mismo modo que Batman considera a Superman un hombre notable. Todo se resume, en definitiva, a lo que le dice el Caballero Oscuro:
"no es lo mismo salvar al mundo que mantener una ciudad como Gotham limpia de criminales". Ese es el Batman con el que puedes empatizar, y esa es la relación entre ellos que realmente consigue funcionar. Son el día y la noche, luz y oscuridad, blanco y negro... Pero en todas estas dualidades
siempre hay un punto en el que ambos conceptos confluyen, y nunca he visto mejor forma de explorarlo que en esta historia de 1986. Ojalá que resulte tan influyente sobre la próxima película como creo que debería, porque este cómic es el ejemplo de que Superman y Batman pueden formar un equipo de lujo sin traicionar lo que representan cada uno.
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