RESEÑA DE SUPERMAN #28

SUPERMAN #28 (Abril 2014)

Guión: Scott Lobdell

Dibujo: Brett Booth

Reseña de Antonio Monfort

RESUMEN

Lois Lane se encuentra atrapada en medio de un tiroteo entre la policía y un grupo de bandas callejeras. Cuando todo parece perdido, los poderes psíquicos remanentes en la periodista después de su experiencia con Los Veinte solventan la situación.

Por su parte, Superman encuentra en órbita una extraña puerta flotante que no parece conducir a ninguna parte. Dado que la doctora Veritas considera que moverla podría ser peligroso, deciden dejarla en órbita mientras la vigilan. De vuelta a su apartamento, Clark encuentra a Jimmy Olsen, quien pese a su condición de millonario echa de menos compartir piso y decide establecerse en casa de su amigo. Al apartamento también llega Cat Grant, quien cuenta a Clark la oferta de compra recibida por parte de Morgan Edge. Los problemas económicos son acuciantes para ambos, pero Clark convence a su amiga que lo que ha conseguido en el blog es demasiado importante como para dejarlo perder y averiguar qué es lo que teme Edge realmente.

Mientras en Washington, el general Sam Lane es víctima de una incursión en su casa, sin embargo los asaltantes no son delincuentes comunes y dicen poder revelarle secretos concernientes a “La torre”.

Por otro lado, en el Pacífico, en la base de Capucha Roja y los forajidos se disparan las alarmas. Algo que aterroriza a Starfire se acerca a la Tierra.

En Metrópolis, Superman intenta averiguar más del asunto de las bandas que han atacado a Lois, sin embargo, Koriand'r irrumpe en la comisaría dispuesta a enfrentarse a un hipotético invasor y no dejará que nadie se interponga en su camino, ni siquiera Superman.

CRÍTICA

El título mensual de Superman se ha convertido en el perfecto exponente de todo lo malo que acumulan los cómics del hijo de Krypton en nuestros días. No solo sigue presentando a un Superman prepotente, amenazante e impetuoso, sino que además sus tramas no hacen sino empezar eternamente sin cerrarse o avanzar en ninguno de los múltiples frentes abiertos.

A menudo el apartado gráfico ha cubierto las fallas de la serie con dibujantes de primera línea, alternándolos constantemente como si se empeñaran en que la serie no tuviera un aspecto visual definido. Esa compensación tampoco se da en el cómic que nos ocupa. Brett Booth es un dibujante rápido y quizá por eso ha estado bailando por distintos títulos de la casa dando oxígeno a otros artistas menos veloces, pero el caso es que su estilo noventero, cada vez más deudor del inefable Rob Liefeld, sobrecargado de líneas y con una tendencia considerable a escorar hacia la caricatura manga, no ayuda a que el cómic impresione visualmente, más bien al contrario. Da sensación de algo hecho apresuradamente, repitiendo poses imposibles y sin ningún mimo hacia el resultado final. Hay que reconocer, eso sí, que es el dibujante perfecto para Lobdell y sus guiones vacíos que se limitan a encadenar escenas de acción sin ninguna otra consideración hacia los personajes.

Con todo, otro episodio olvidable (y van…) del que lo único bueno que se puede resaltar es que ya falta un número menos para que acabe esta desastrosa etapa.

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