EL AMERICANO
Por Xose Aldámiz
(Ilustración de Moisés López)
-¿Eres americano?
El joven asintió con desconcierto. No esperaba confusión en ese punto.
-No pareces yankee.- siguió Laura.- Lo digo por el acento. No tienes ni pizca. Iba a decir que eras de Madrid.
-Gracias.
El chico esperó al otro lado de la mesa de recepción con su mochila sobre sus hombros y su petaca en el suelo. Laura le echaba algún rápido vistazo mientras seguía pasando los datos del maltratado pasaporte a la ficha del hostal. Sin duda, Clark Kent era guapo, aunque parecía de los inocentes. Un buen chico de 1,82 con vaqueros y una vieja camisa a cuadros beis sobre una camiseta negra. Su sonrisa inocente junto a esas gafas de pasta le arrebataban parte del misterio que suponía aquel viajero que parecía haber estado en casi todas partes; al menos según su pasaporte. Aún así, Laura no podía evitar fijarse en sus ojos azules y el bonito rostro que los acompañaban.
-¿Piensas quedarte mucho tiempo?- soltó ella junto con el recibo.
-Hm… No lo sé. Supongo que lo que necesite.- de nuevo la inocencia hizo que él pareciese un niñito ante una aventura.
-Muy bien. Ven y te enseño la habitación.- Clark agarró sus bártulos y siguió a Laura escaleras arriba desde la recepción.- ¿Es la primera vez que vienes a la Coruña?
-Sí.- el joven hablaba sin una nota de esfuerzo por tener que cargar su equipaje.- Llevo un tiempo en España, pero nunca había estado en esta parte. La verdad es que me recuerda un poco a Escocia.
-¿Conoces gente por aquí?- Ambos llegaron hasta el primer piso. Con las llaves en la mano, Laura fue hasta la habitación echando un ojo por si Clark necesitaba ayuda.
-No.
Laura abrió la puerta y le enseñó la habitación con vistas a la playa y al mar. Clark observó el lugar al dejar sus cosas. Aún siendo bastante pequeña, el americano parecía más que satisfecho con su “cubículo”. Tras examinar la vista y respirar la brisa marina, sacó una máquina de escribir del interior del petate y la puso sobre la mesa de estudios.
-¿Llevas eso encima?- preguntó ella anonanada.
-Prefiero escribir a máquina. No es que tenga problemas con el papel, pero lo prefiero.- De repente, Clark pareció percatarse del motivo de la extrañeza.- Es más ligera de lo que parece.
-Me imagino.- Un poco de nervios hicieron que Laura casi se fuese sin decir nada más; aunque supo darse cuenta y se giró para hacerle una propuesta al chico.- Oye, mira. Unos amigos míos vamos a tomar algo en casa de uno de ellos esta noche. Está en las afueras. Si no tienes a nadie con quien ir, puedes pasarte.
-¡Oh!- exclamó Clark con una graciosa sorpresa.- Me… Me gustaría.
-Muy bien. Luego te comento. Ponte cómodo. Nos vemos.
Tras dejarle sólo, Clark se dio cuenta de que no se había despedido; ni tampoco le había dado las gracias. La propuesta le había alegrado tanto que había olvidado los modales que su madre le había inculcado con tanto esfuerzo. No obstante, él siguió sonriendo mientras desempaquetaba.
Entre sus cosas, el joven cogió el periódico que le había llevado hasta allí y lo colocó junto a la máquina de escribir para leer de nuevo el artículo. “EXTRAÑOS ASESINATOS. Se cree que la causa es un animal salvaje.” Clark volvió a cerrarlo con aire taciturno y siguió con su equipaje.
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-¿Qué va a ser éste americano?- dijo Rafa exaltando su acento gallego sin soltar su cerveza.
Laura había presentado a Clark a sus amigos con la esperanza de que ellos le ayudasen a soltarse un poco. Ella era más que consciente de lo intimidante que podía ser meterse en una fiesta con totales desconocidos. Una dificultad a la que se le añadía lo siniestro que era estar en una cabañita junto a un lúgubre bosque de noche. Aún así, ella había pedido a Rafa y a los demás que lo tratasen bien.
-Pues lo soy.- Clark consiguió adaptarse al grupo. Se había sentado con el resto en el salón de la casa y había compartido alguna que otra cerveza y comentario.
-Di algo en inglés.- Rafa siguió un rato más con su estúpido interrogatorio sobre el origen del recién llegado a pesar de que Isabel no paraba de decirle que dejase de molestar.
-¿Eres escritor, Clark?- preguntó Isabel apartando a Rafa de su cuello entre risas.- Laura nos dijo que vas con una máquina de escribir.
-Periodista; o al menos, es lo que intento.- dijo él con un aire soñador.- Me gusta escribir y siempre he admirado la labor periodística y su rol denunciando la corrupción social y política. La veo como una de las mejores formas de ayudar.
-Eso está muy bien.- Rafa se sacudió a causa de un repentino hipo.
-¿Has trabajado en algún periódico?- preguntó Laura con interés.
-Me gustaría más adelante.- dijo él encogiéndose de hombros.- Pero por ahora soy autónomo.
-Qué cabrón- Clark y el resto dirigieron una mirada de confusión a Francisco, quien se levantó asqueado.- Esté ha venido por lo de Marta y Roberto. Mira que eres buitre.
Laura observó dolida como Clark era incapaz de responder a la acusación. La culpa impedía que el chico supiese que decir.
-Hijo de puta.- Laura se puso en pie y se fue enfadada. El resto evitó a Clark o sencillamente se apartaron de él.
Clark se levantó para seguirla. Al apoyarse, un repentino pinchazo hizo que se detuviese y que comprobase su mano. El joven no podía creer cuando vio las gotitas de sangre provocadas por una chincheta clavada en su palma.
-Castigo divino.- exclamó Francisco.
Aún aturdido por la sorpresa, Clark salió afuera.
Laura observaba todas y cada una de las estrellas. Se podía pasar horas dedicando su atención a aquellos puntos para formar extravagantes dibujos en su cabeza. Aunque en ese instante, sólo le servían para enfocarse mientras el dolor seguía.
-¡Laura!- Clark se acercó a ella con paso acelerado. Su rostro compungido no hizo desaparecer el enfado.
-No quiero hablar contigo, Clark.- Laura aguantó la ira entre dientes.
-Laura. Por favor, escúchame.- aunque el dolor persistía, la sinceridad en las palabras de él hicieron que ella se mostrase dispuesta a escuchar. Por primera vez, Clark no le parecía un inocentón.- Es cierto que he venido a investigar las muertes de tus amigos y del resto, pero no para aprovecharme de vuestro dolor. Quiero detener al responsable.
-Por favor…
-Quiero decir… Descubrir quién lo hizo para que la policía lo detenga.- rectificó el chico.- Tengo una buena pista e indicios, pero necesito saber lo que pasó.
Laura se resistió y dirigió a Clark una expresión asesina. Sin embargo, la ira fue desapareciendo al comprobar la determinación de él chico.
-Roberto y yo salimos a eso de las diez de la biblioteca del campus y estuvimos esperando a que Marta viniese a buscarnos para llevarnos a casa.- Laura se limpió de su mejilla una lagrima que se le escapó.- Llegó sobre las once menos cuarto. Dijo que se había retrasado porque había comprado algo para tomarnos. A veces nos quedábamos un poco por allí para charlar y beber.
-Antes de que nos atacase, lo ví. Me pareció que algo se movía por algún lado; pero Rober se rió de mí y me tranquilizó haciendo como que era una niñería. Luego…- Laura casi no podía aguantarse la ansiedad al hablar. Se paró un segundo y prosiguió. Clark la escuchó con lástima.- Esa cosa apareció y se los comió y yo… yo salí porque él… porque él estaba… con… ellos…”
Clark le puso una mano sobre el hombro indicando a Laura que era suficiente:
-¿Sabes qué os atacó?- Laura dudó en responder.- Puedes decirlo sin miedo.
-¿Me crees si te digo que creo que fue un puto hombre lobo?- soltó Laura con una actitud defensiva. Clark asintió.- Pues yo no me lo hubiese creído.- La chica se separó de la seguridad que le aportaba Clark y observó el bosque oscuro.- Mi abuela me decía que hay magia en estas tierras. Que vivimos entre bosques encantados. Yo nunca me lo creí hasta el año pasado; cuando Marta y yo vimos a la Santa compaña. ¿Sabes lo que es?
-He leído sobre ello.- respondió dando pasos hacia ella.- Los espíritus de los muertos que son guiados hacia la otra vida.
-Era horrible ver aquella gente. No sé si podría describirlo, pero… Así supe que mi abuelita nunca me mintió.- Laura se giró y, con miedo, miró a Clark.- ¿Sabes otra parte de la leyenda? Aquellos que ven a la Santa compaña acaban muriendo en un año.
Clark se acercó a Laura al verla temblar de miedo y la envolvió entre sus brazos.
-No quiero morir, Clark.
-No te preocupes.- Clark siguió manteniéndola entre sus brazos.- No lo permitiré.
Ambos se quedaron así un buen rato. Clark la sostuvo hasta que ella volvió a sentirse a salvo. La promesa del americano le había dado fuerzas renovadas.
-Hay algo más que necesito que me digas. ¿Alguien tenía motivos para hacer daño a Marta y a Roberto? ¿Alguien que quizá no quisiese hacerte daño a tí?
-No. Bueno, no sé… Ellos dos se habían liado y me enteré, pero…- Los ojos de Laura se iluminaron al percatarse de algo.- No puede ser.
El rugido irrumpió en la noche seguido por decenas de gritos provenientes del interior de la casa. Clark se giró al escucharlo; antes de que se hubiese movido, una gigantesca bestia peluda y feroz con apariencia lupina atravesó la pared. Varios cadáveres del interior de la casa y el miedo del resto de los chicos hicieron que los músculos de Clark se tensasen.
Con una sonrisa, la bestia se acercó a ellos; y Laura, inmovilizada por el pavor, susurró el nombre real del hombre lobo.
-Rafa.
-Sííí.- la “i” se deslizó por la boca dentada como si de una cuchilla se tratase. Clark se quitó las gafas y se colocó entre la bestia y la chica. Ya nada quedaba de aquella timidez; Clark ahora parecía ser incluso más alto que antes. Aunque fuese imposible, cualquiera creería que era capaz de enfrentarse al monstruo.- Me has traicionado.
-¿Qué?-dijo Laura.
-Te libré de los que te jodieron y me lo pagas hablando con el primer yankee que te pone ojitos.- aquel razonamiento psicótico daba al licántropo un punto aún más atemorizante mientras se acercaba inexorable.
-No lo quería.
-Sí que lo querías; y uno necesita comer.- el énfasis de su última palabra hizo que se relamiese.
-Ni se te…- antes de que Clark pudiese reaccionar la garra de Rafa le golpeó lanzándole por los aires al interior del bosque oscuro.
Laura se quedó atónita por la muestra de violencia y, aunque no lo esperaba, su último pensamiento fue de lastima por Clark. Realmente debía haberle gustado mucho.
La bestia atravesó con sus garras el estómago de la chica y lanzó el cuerpo agonizante contra el suelo. El monstruo la olfateó mientras ella soportaba el dolor. La lengua de la bestia lamió con lascivia la sangre de la cara de Laura.
De pronto, una rapidísima silueta surgió de entre los árboles y alzó al Hombre lobo hacia los cielos en unos segundos. Laura no pudo moverse mientras escuchaba el rugido entre los cielos junto a lo que parecían ser golpes estruendorosos. Apenas lo volvió intentar, la chica vio maravillada y casi sin aliento como la bestia caía al suelo inconsciente y lleno de heridas.
Entre exhalaciones, Laura seguía observando a aquel ser derrotado cuando sintió una mano bajo su cuello que la ayudaba a colocarse. La expresión de dolor en la cara de ella hizo que Clark se detuviese.
-¿Has hecho tú eso?- preguntó la chica indicando ligeramente al Licántropo.
-No hables. Te voy a llevar a un hospital.- Clark hablaba desesperado. Laura no sabía si era sólo el miedo a que muriese o la culpa de su promesa.
-Hiciste lo que pudiste. Gracias.- Laura acarició la cara de Clark mientras observaba el dolor que aquellos ojos le dedicaban.- ¿Puedo hacerte una pregunta?
Clark asintió.
Laura le sonrió; y con sus últimas fuerzas le preguntó:
-¿De verdad eres americano?
FIN
Menuda dibujazo, Moises. Me encanta. Es genial que hayas elegido el blanco y negro
ResponderEliminarA mí me ha encantado tu relato, Xose. El giro inesperado hacia lo del hombre lobo me ha parecido muy chulo. ;)
EliminarGracia, Javier. Es Galicia; los lobis-home están a la orden del día
EliminarPues cómo mola. Y qué miedo, jeje.
EliminarMuchas gracias Xose, pero tu historia es aún mejor!!! ;)
EliminarMuy buena la historia ;).
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