EL DÍA EN QUE SUPERMAN CASI FUE SEDUCIDO POR UN ÁRBOL (SUPERMAN'S GIRLFRIEND LOIS LANE #112)

SUPERMAN'S GIRLFRIEND LOIS LANE #112

(Agosto 1971)

CONTEXTO

Aunque a los lectores de cómics más modernos les pueda parecer asombroso, hubo una época no tan lejana en la que Lois Lane fue protagonista de su propia colección. Y lo fue durante nada menos que 16 años en los que se publicaron 137 números y 2 anuales bajo el título Superman's Girlfriend Lois Lane. Título que dejaba bien claro que, aunque Lois Lane podía ser la estrella de su serie regular, no debíamos olvidar por qué se la conocía: por ser la novia de Superman, claro. 

Sin extendernos demasiado en detalles, la colección tuvo una larga etapa, desde su inicio en 1958 hasta 1970, en la que las historias eran básicamente de temática amorosa, con una Lois siempre empeñada en luchar por el amor de Superman y en llevarlo al altar a toda costa. Pero sin dejar de lado ese carácter romántico de las aventuras de la periodista, en los setenta comenzaron a introducirse también algunas historias cargadas de denuncia social, como por ejemplo aquella publicada en el número 106 (reseñado por mí en este post) en la que la reportera tenía la oportunidad de vivir en primera persona el racismo y el rechazo a los negros, tras volverse negra en una máquina de la fortaleza de la soledad de Superman. Un argumento tan disparatado como procedente para aquel momento histórico.

La historia de la que os quiero hablar hoy pertenece a esos últimos años de la colección, pero el argumento no gira estrictamente ni en torno a lo romántico, ni a lo social. Más bien es una de esas aventurillas autoconclusivas que solo podían existir en aquella época, y que leída hoy en día es un what the fuck detrás de otro que habría dado material de sobra a Ed Wood para hacer una de sus películas de marcianos de serie Z. Se publicó en el Superman's Girlfriend Lois Lane #112, en Agosto de 1971, y esto es lo que ocurría...

"UN ÁRBOL CRECE EN METROPOLIS"

Guión: Cary Bates

Dibujo: Werner Roth y Vince Colletta

Portada: Dick Giordano

Reseña de Javi Olivares

RESUMEN

Durante una misión en un planeta de otro sistema solar, del que sus habitantes se han marchado y toda la vida vegetal ha muerto, Superman se encuentra con el que parece ser el último árbol vivo de ese mundo. Para darle una oportunidad de vivir, el kryptoniano se lleva el árbol a un parque de Metropolis, donde lo transplanta.

El árbol pronto se convierte en una atracción para científicos que desean estudiar esa forma de vida alienígena. Superman, tras una cita con Lois, se la lleva a ver el árbol extraterrestre y en ese momento el kryptoniano entra en una especie de estado de sumisión mental. Y es que la planta tiene malvadas intenciones. Resulta ser una hembra de su especie, poseedora de telepatía con la que controla a Superman para que recolecte materiales con los que fabricar un suero que convertirá al kryptoniano en un miembro de su especie con el que reproducirse y transformar a toda la raza humana en plantas a las que gobernar. La única que tratará de impedirlo será Lois Lane, que no está dispuesta a perder a su hombre a manos (o a ramas) de un árbol intergaláctico y busca el modo de destruirlo.

Pero los intentos de Lois por acabar con la planta será en vano y al final Superman fabrica el suero, lo bebe y se transforma en un hombre árbol.

La planta ha ganado, y Lois no quiere seguir viviendo en este mundo... Pero al final resultará que todo ha sido únicamente un sueño del árbol al poco de que Superman y Lois lo transplantaran, ya que esa especie de planta se alimenta no del sustrato del suelo sino de ondas cerebrales y, en un planeta como la Tierra, donde sus habitantes no tienen el cerebro muy desarrollado, muere rápidamente. Así, Superman y Lois se marchan del parque dejando al árbol espacial muerto sin saber jamás cuáles habrían sido los planes del verde villano del espacio exterior. 

COMENTARIO

Je, je...

Jajaja...

JAJAJAJAJAJA....

Vale, vale, ya está. En serio. 

Estamos ante un cómic en el que un árbol hembra (¿cómo lo llamo, árbola?) sueña con transformar a Superman en su consorte y poblar la Tierra con millones de esporas. Muy romántico todo. Pero ojalá que este fuera el único sinsentido que encontramos aquí, porque prácticamente salimos a uno por página. Para empezar, Superman decide, vaya usted a saber por qué razón, llevarse a la Tierra una especie vegetal alienígena que no conoce y transplantarla en el corazón de la ciudad. Bueno, vale, digamos que este Superman, lo que se dice precavido no es. Para llegar a la Tierra antes, en una viñeta se nos dice que Superman "toma un atajo por el hiperespacio", porque así evita que "las inclemencias extremas del espacio exterior dañen las raíces del árbol". ¡Claro, hombre! ¡Todo el mundo sabe que en el hiperespacio hay calefacción por conductos! Si es que Superman sabía lo que se hacía. 

Pero esperad, que el disparate continúa. Porque a la postre, la árbola, que resulta llamarse Rzalin (tiene nombre de complejo vitamínico), sirve al guionista como pretexto para una moraleja final que no tiene desperdicio: que los seres humanos somos mayormente imbéciles, ya que nuestras mentes "poco desarrolladas" no son alimento suficiente para una especie vegetal que se nutre de ondas cerebrales. ¿Cómo se os queda el cuerpo? Viene a ser la versión ridícula de cuando los marcianos de La guerra de los mundos mueren por culpa de las insignificantes bacterias de la Tierra inofensivas para nosotros. 

Lo que está claro es que el elemento de ciencia ficción de esta historia es de lo más absurdo, aunque aparte de esa posible referencia al clásico de H.G. Wells a mí me ha recordado también a ese otro clásico de los sesenta (revitalizado en los ochenta en forma de musical), La pequeña tienda de los horrores. Y es que esa árbola no deja de ser un trasunto de la planta espacial Audrey II de la película que os comento, con la misma intención de dominar el mundo a base de reproducirse a mansalva. Solo que la de la película comía personas y ésta solo ondas cerebrales, y claro, en la Tierra carne hay de sobra, pero inteligencia la justa, así que la batalla estaba perdida de antemano para la pobre planta. 

Pero es que hay más. La forma en la que Lois intenta detener a la planta, o cómo la propia árbola se fortifica en medio de un foso de lava (lava que ¡nunca se solidifica ni se enfría) que Lois salta con una pértiga... bueno, bueno, es que es un what the fuck continuo. Todo ello, por supuesto, salpicado con constantes comentarios de Lois sobre que "no piensa permitir que una planta le quite a su hombre", muy en el tono de la colección, como decíamos al principio. Todo ello para llegar al rocambolesco final en el que, al más puro estilo de Los Serrano, la planta lo ha soñado todo gracias a estar absorbiendo las ondas cerebrales de Superman, que por supuesto sí tiene una mente desarrollada, pero cuando comienza a alimentarse de la de Lois, extrae menos sustancia que chupando un hielo. 

En fin, los años setenta dejaron grandes momentos en colecciones como ésta o como la de Jimmy Olsen, en una época en la que los lectores exigían mucho menos al cómic de superhéroes. Esta es una de esas historias irrepetibles, tal vez demasiado absurda incluso para la época en la que fue publicada, y que sin duda leída hoy en día se nos antoja un completo disparate según los cánones actuales. Ahora, eso sí; divertida es un rato si te la tomas como lo que es y sabes de dónde viene.

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